Exaltación de la derrota en un retrato generacional.
‘Hablas demasiado’, primera novela del manabita Juan Fernando Andrade
Diario Expreso, Guayaquil, 20/12/09.
Por Alexander García Vizcaíno.
Con una prosa pop y desenfadada, como la realidad que reproduce, Juan Fernando Andrade hace una decente incursión en el género de la novela.
El amor es una larga fila,
tú tocas el hombro a quien te da la espalda y detrás, alguien está
tocando el tuyo. Nadie voltea de la forma como se desearía. Eso es
lo que pasa en la relación Juliana-Miguel-Clara, personajes de la
novela “Hablas demasiado”. Pero en la “ópera prima” del autor manabita
Juan Fernando Andrade, la búsqueda del amor es la metáfora de otra más
profunda. La de una generación de jóvenes a la que cada vez se le hace
más difícil encontrar un significado a la vida.
Marihuana,
clorhidrato de cocaína, cerveza, vodka y hasta caña manabita. Los
jóvenes personajes de “Hablas demasiado”, parecen querer esnifarse el
mundo, evadiendo constantemente su realidad.
“En
esta vida todos ‘tenemos’ (...) que ‘ser’ alguien, está en el contrato,
escrito con las letras chiquitas que nunca leemos y qué están ahí para
estafarnos”. Miguel está a pocos días de graduarse de la Universidad,
pero su vida es una mentira. Estudió finanzas para llevarle la corriente
al padre, que le piensa heredar “el negocio”. Un día, a la salida de
clases, se encuentra -recostada sobre su viejo Jeep- a la chica a la que
ha deseado toda la carrera y con la que apenas ha cruzado palabra. Pero
ella (Clara) está a punto de casarse. Comienza una extraña historia de
amor, que Andrade logra hacer verosímil. También comienza un plan para
tirar por la borda los años universitarios y los anhelos familiares.
Todo
en un clima angustioso, con la prosa desenfadada que parafrasea cierta
habla quiteña y frases
enteras en inglés, el lenguaje de “the beautiful people”, una gente que
vive de marcas.
Miguel
vive en la capital, pero es de Manabí. Habla en primera persona, desde
un presente inmediato, su estilo irónico logra arrancar sonrisas.
Pasajes pueden llegar a ser entrañables, incluso conmovedores.
El protagonista sufrirá la osadía de haber sustituido una mentira con otra. Al final, luego del desenlace temido, después de tantas dudas, frustraciones, borracheras, la novela alcanza un ritmo, un tono y una apacibilidad admirables. Miguel sigue siendo un perdedor, pero recuperó su dignidad; y tal vez, ya no lo sea tanto...
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