Elementos compartidos de Alexander
jueves, 3 de junio de 2010
sábado, 23 de enero de 2010
Tendencia mundial creciente
Literatura gay ¿para niños?
Una niña convive con dos mamás en el libro infantil El amor de todos los colores, de Lucía Moreno. La autora española escribe cuentos en donde se ven reflejados sus propios hijos (adoptivos) en un hogar homoparental.
"En la montaña más alta sobre la ciudad, un joven príncipe todavía no se ha casado. Su madre insiste en que debe encontrar una princesa. El príncipe le dice: "Bien mamá (...) tengo que decirte que nunca me han gustado mucho las princesas". Su madre hace desfilar una joven tras otra por el castillo, pero ninguna despierta su interés. Luego llega una princesa escoltada por su hermano Lee, y el príncipe exclama: "¡Qué guapo!". Se enamoran y comienzan los preparativos de la boda". Este es el argumento central de un cuento ilustrado... ¡para niños!El álbum Rey y Rey, de autoría de las holandesas Linda de Haan y Stern Nijland, ha levantado gran revuelo, demandas y polémica -también múltiples traducciones y nada despreciables ventasdesde su publicación en el año 2000.
Pero la tendencia de escribir sobre temas tabú para la infancia, como la muerte y los conflictos existenciales (ya presente en la obra de J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter), salta cada vez con más fuerza a planos como el de la homosexualidad.
Si han existido suspicacias sobre un subliminal mensaje gay de Bob Esponja o de uno de los Teletubbies, estos cuentos salen verdaderamente del clóset. Pañuelito celeste es el relato de un niño que quería convertirse en niña. Este cuento fue el ganador el año pasado de un concurso, cuyo fin era "incentivar el respeto a la diferencia desde la infancia", al que se presentaron más de 100 manuscritos y que tuvo entre sus organizadores a la secretaria de Educación de Buenos Aires.
La española Lucía Moreno es una de las "estrellas" del género.
En su primer cuento, El amor de todos los colores, un niña tiene que convivir con dos mamás. En un principio, Moreno no encontraba editorial para sus textos por lo que creó su propio sello: Topka, especializado en literatura "para todos los niños y todas las familias" según reza su eslogan. Ahora distribuye libros en España, México, Inglaterra y EE.UU. Ella defiende su oficio escudándose en una de las funciones de la literatura: "mostrar horizontes amplios".
Beso entre hombres, ilustración del cuento Rey y Rey.
Reacciones
A pesar de ser defendida desde algunos sectores en pos de la tolerancia, a Mariuxi Mendoza, de 38 años, y una niña, de 9, le alarman este tipo publicaciones. "¡Yo jamás le compraría uno de esos libros a mi hija!", exclama, pues cree que podrían inducir a la homosexualidad. Algunas organizaciones religiosas han ido más allá y han calificado estos libros como una forma de abuso infantil.
Para el psicólogo Samuel Merlano el dilema principal es el de la distorsión, pues los niños todavía no tienen la capacidad de discernir lo que es una funcionalidad familiar y el suficiente criterio de lo que es normal o anormal. "Los niños son más susceptibles a ser manipulados o maldirigidos". Muchas de estas publicaciones ilustradas están dirigidas a infantes de entre 4 y 8 años y para el catedrático son temas que se deben tratar a fondo en la adolescencia.
"Eso no significa que los padres no deban hablar con sus hijos pequeños sobre todo lo que pasa en la sociedad, pero con mucha seriedad...".
La escritora ecuatoriana Edna Iturralde, una de las más prolíficas en literatura infantil y juvenil a nivel nacional, defiende la buena literatura. "Si se demuestra respeto a los niños en su tratamiento y está bien escrito, yo no encuentro ningún problema que se mencionen estos temas en literatura infantil". La autora asegura que es mucho mejor que los niños lean un texto bien escrito y con un buen tratamiento sobre la homosexualidad, a que se enteren de otras formas. "Los niños igual se van a enterar", dice.
Rey y Rey se convirtió en éxito más por su controversial tema que por sus planteamientos estéticos. Termina con un beso entre los dos reyes en su boda y cierra con la frase de todo cuento de hadas: "y vivieron felices y comieron perdices".
Un relato de amor del siglo XIX
El amor vetado del siglo XIX que se cuenta en "El viajero del siglo", comienza así: en la página 43. La obra le valió al escritor argentino Andrés Neuman el codiciado Premio Alfaguara 2009.
El libro contiene varios géneros: entre la poesía, el ensayo, la novela de aventuras, de viaje, historia (cambios sociales) y una pequeña, pero llamativa novela policial.
Todo articulado en el relato sobre un viajero (Hans) que se detiene una noche en Wandernburgo, ciudad alemana imaginaria.
El viajero conoce a un anciano que toca el organillo, emocionado por la música, se acerca a dejarle propina y a conversar. Entablan amistad y la estancia de Hans se alarga. Los días pasan y no consigue marcharse de esa extraña ciudad, que parece retenerlo con toda clase de acontecimientos inesperados y cuyas calles parecen cambiar de lugar.
Con las amistades que va encontrando, la posibilidad del amor que se convierte en certera pasión, un salón de tertulias, la cotidianidad, y con su trabajo de traductor de poesía, se va dibujando toda una época.
Neuman alcanzó lo que buscaba: unir pasión y política, cultura y sentimiento. Como lo pregona el propio protagonista que les exige a las novelas históricas ser un laboratorio para analizar el presente.
¿No es la historia circular? Entonces es natural encontrar coincidencias actuales en temas tratados en el libro: la extranjería, la distribución de la riqueza, el oportunismo y la hipocresía política, los nacionalismos y la emancipación femenina. Es patente el trabajo de filigrana que le tomó al autor cinco años para construir los diálogos, la vestimenta, la realidad diaria de la Europa de la época, en la que se refleja la de ahora.
¿Fue el Alfaguara, solo un premio al esfuerzo? Quiero pensar que no. Porque aunque en su parte central la obra se concentra mucho en las discusiones y los encuentros de visiones sobre la realidad de la época y la acción real transcurre muy lenta, el libro no deja nunca de despertar interés.
El viajero del siglo constituye una laboriosa reconstrucción de la Alemania posnapoleónica de la restauración, pero su mayor valor reside en las circunstancias y el trasiego de sus personajes, en las historias (con minúsculas). También en la prosa exquisita de Neuman, de sugerentes metáforas (como: El sol tibio caracoleaba (...), se derramaba en las sillas como un jarabe o; La noche había caído como una tabla).
En las últimas 100 páginas las resoluciones se precipitan. Se descubre cuál de la veintena de personajes era el violador serial y se resuelve la pequeña historia de detectives. La fatalidad se ensaña con el personaje más entrañable: el organillero. La historia de amor se hace insostenible y aunque se comience a adivinar un triste final, habrá que leer hasta el final para comprobar si los amantes tienen una segunda oportunidad. Una historia de amor capaz de conmover, en una época (la actual) en que los sentimientos son rebajados a la cursilería.