Elementos compartidos de Alexander

domingo, 10 de mayo de 2009

Prácticas del Opus Dei en una novela

Editorial Planeta. 222 páginas. Barcelona, España, 2008.

"Justos por pecadores", libro con vocación de denuncia. El Escritor colombiano Fernando Quiroz revela intimidades de una congregación católica.

Decir que un libro se lee de un tirón, de una sola sentada habla muy bien de él, de su dinámica y eficacia. Ahora bien, en las novelas realmente geniales el lector puede dosificar la lectura para degustarla en sus más pequeñas notas. Justos por pecadores -finalista del Premio Planeta- aunque es una buena novela no requiere de esa dosificación. Es una historia de trama sencilla, lineal, para tomársela de un sorbo.
Sea en la página 25, en la 60 o a la mitad del libro se puede llegar a creer que la historia llegó a su tope, que el resto es previsible y que ya nada nos puede sorprender. El escritor colombiano Fernando Quiroz encuentra siempre la forma de renovar el interés. Nos muestra nuevas aristas, revelaciones o recurre a otros personajes para sustentar giros.
Lo verdaderamente impresionante del libro es el mundo que recrea, el de las prácticas de una secta religiosa que recuerda a las más extremistas o a las medievales. Se trata de un ala conservadora de la Iglesia Católica: el Opus Dei (obra de Dios).
La novela relata la historia de Vicente Robledo, un hombre que después de diez años en la congregación encuentra una razón poderosa para abandonarla e intenta dejar atrás una vida de miedos y culpas que le impiden relacionarse sentimentalmente.
Según la novela, muchos de los miembros están obligados a permanecer enclaustrados en sus sedes, prácticamente asilados del mundo exterior y sobre todo de las mujeres. También se someten a la autoflagelación con látigo y cilicio. Este último es un brazalete de metal con decenas de pequeños clavos apuntando hacia dentro y que "los elegidos" deben atar todos los días durante dos horas a uno de sus muslos, lo más apretado posible "para espantar las debilidades de la carne".
El uso de las disciplinas, como las llamó el creador de la orden (Escrivá de Balaguer), son solo el comienzo del escándalo. Más grave son las manipulaciones, "el lavado de cerebro" y los oscuros propósitos de "la obra".
Vicente decide escapar de la casona donde permanece junto a sus "hermanos" cuando descubre que lo han estado medicando una vez que dio síntomas de rebeldía. Además, le han ocultado una carta de su padre, al que gracias a los dogmas de la "secta" llegó a repudiar por mundano. En ella, su progenitor le comunica que padece una enfermedad terminal y que quiere volver a verlo antes de morir.
Si creen que allí terminan las sorpresas, están equivocados, para mencionar solo una más: al entrar a la secta, Vicente firmó un documento en el que cedía todos sus bienes a la Congregación y por tanto también la herencia de su padre.
El hombre escapa y en el mundo exterior se adivina indefenso, como "un niño al que hay que solucionarle todo", como si volviera a la edad en la que comenzó a desconectarse del mundo, ingresó al Opus a los 14 años. Su renacimiento coincide con una despedida.
"No soy yo quien vengo a acompañarte en tus últimos días, sino que eres tú quien deberá alistarme para una nueva vida", le dice Vicente a su padre.
Fernando Quiroz ha dicho que fue parte del Opus por más de una década a pesar de su experiencia personal realizó una exhaustiva investigación de esta congregación y se contactó con otras personas que la habían abandonado para construir su novela. Aún así, no se puede determinar qué hechos son ciertos y cuáles pertenecen a la ficción.
Si al menos en esto no mintió, en una de las sedes de la congregación -como si se tratara de un batallón de inteligencia- talvez se recorte y archive este artículo y mi nombre se consigne en la lista de los enemigos de la orden.

El autor.-
Fernando Quiroz (Colombia 1964) ha sido editor cultural y columnista del Diario El Tiempo de Colombia. En el 2002 publicó su primera novela "En esas andaba cuando la vi", y en 2006 apareció "Esto huele mal", que cuenta con varias ediciones y que en el 2007 fue llevada al cine. Con "Justos por pecadores" ha sido finalista del Premio Iberoamericano de Narra-tiva PlanetaCasa América 2008.

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